domingo, noviembre 19, 2006

COMER Y BEBER A MI MANERA, de MANUEL VICENT

El escritor Manuel Vicent siempre ha cruzado las fronteras de los géneros literarios, casi siempre para hablar de forma poética y certera del arte de vivir, de la pintura, el amor, la música o el azul mediterráneo, ahora le ha tocado al placer de comer, como acto místico, en 'Comer y beber a mi manera'. Un libro, que acaba de publicar Manuel Vicent en Alfaguara, y con el que el autor, según explica, quiere reivindicar la visibilidad y lentitud para comer, 'para ver la comida, para sentirla y olerla, porque para eso tenemos la boca pegada a la nariz. En definitiva -dice-, esto es una batalla contra las prisas del comer'.
'Comer y beber a mi manera' es pura literatura, porque es lo que ha querido hacer el escritor y columnista, pero también es un libro de recetas de una 'extrema sencillez', y un elogio de la comida mediterránea, una comida que estriba, en opinión de Vicent, en la 'visibilidad'.
'Para empezar -aclara-, uno sabe lo que se está comiendo: pan, aceite de oliva, frutas, verduras, pescado, carne, subraya el autor de 'Tranvía a la Malvarrosa', que explica que ha escrito este libro 'a modo de autobiografía de todas las sensaciones y de la memoria de lo que he comido, de los alimentos tomados y compartidos con la familia, los amigos, a lo largo de los viajes. Es todo lo que se ha aquilatado y que forma el tejido de la vida'. Y es que Manuel Vicent defiende y suscribe la frase que dice: 'somos lo que comemos'.
'Uno de los ejercicios más temerarios que puede realizarse en esta vida -argumenta-, cosiste en entrar en un restaurante, donde no conoces al dueño, ni al cocinero, ni al 'maitre', ni a ningún camarero, y que cuando pides cualquier plato te lo sirven con una salsa; entonces sin encomendarte a Dios ni al diablo, lo haces pasar por la garganta hasta depositarlo en la intimidad de ti mismo. De esa clase de veneno estamos hechos'.
'Comer y beber a mi manera', que incluye 15 ilustraciones de Alfredo Alcaín, quien también ha diseñado la cubierta del volumen, se divide en alimentos primarios, donde tiene una presencia poética suprema el pan: 'el pan no se tira, hermano, si se cae al suelo, se recoge. Se besa y se da en la mano', dice. Después vendrá el pan con aceite, con tomate y todo lo demás; la secta del aceite, los olivos y las aceitunas milenarias, los bocadillos de la infancia, la coca con tomate y pimientos, los tomates secados al sol, los frutos secos y los mercados.
En el segundo apartado Vicent revive el gusto por la memoria, los aperitivos en cada estación, las ensaladas, las verduras, los arroces, pescados, comer o no comer carne, y los postres, y en el tercer muestra el cambio del gusto y paladar experimentado por 'los progres'. Un epígrafe dedicado a 'beber a mi manera', y por último el elogio a la comida mediterránea.
El libro concluye con once recetas 'pegadas a la vida', hechas por amigos y reclutadas por diferentes lugares del mundo. Un juego literario donde el lector puede palpar a través de la palabra de Manuel Vicent, los colores, los sabores, el tacto, el olor de la comida, en una conexión de placeres. 'Todos los placeres se unen en un punto que se llama espíritu. Vías de conocimiento, alimentos del espíritu, que se unen con otros sentidos, que en definitiva se resume en el arte de vivir', añade. Pero Vicent, que ya no come carne y que dice que parte del gozo de la comida consiste en compartirla con unos buenos comensales, reconoce que hoy comer y trabajar parece que es 'incompatible'. 'Hay que buscar el sosiego, cerrar los ojos y pensar en lo que que estamos comiendo, y buscar la comida que la naturaleza da en cada temporada', concluye.