La Scala exige corbata
En la Scala, espejo de la lírica y sobre todo escaparate de la sociedad milanesa, siempre se han cuidado mucho las formas. Ya escribió Stendhal a principios del siglo XIX sobre las costumbres del famoso teatro que, «cuando una mujer se encuentra absolutamente privada de amante, es el marido el que le hace el favor de acompañarla». Eso porque lo normal era ir con la querida y lo sabía todo el mundo. Por no hablar de las comilonas y orgías que se montaban en los palcos, que cerraban sus cortinas si el espectáculo no interesaba.
Además, el público milanés, tan exigente, siempre se destacó en el pasado por sus broncas y lluvias de hortalizas. Hasta el pobre Puccini vio cómo le imitaban rebuznos y ladridos cuando metió sonido de pajaritos en "Madame Butterfly". Bueno, pues ahora la Scala ha escrito en las entradas que «agradece el traje oscuro y siempre el traje y la corbata en las primeras representaciones», además de «vestimenta acorde con el decoro» en las demás sesiones.
Lógicamente ha sonado como lo que parece: una prohibición a entrar sin corbata en la Scala, una norma de club social que no tiene precedentes en ningún otro gran teatro de ópera. Según el diario que ha desvelado el veto, la dirección ha asegurado que no se echará a nadie, sino que se harán «discretos controles». Después, naturalmente, se ha armado el consiguiente debate.
A Darío Fo, voz iconoclasta y protestona de la ciudad, además de premio Nobel, le parece muy mal y discriminatorio. Otros muchos, en cambio, están encantados. Para qué engañarse, la verdad es que a casi nadie se le ocurría aparecer en la Scala sin ir de punta en blanco, porque es a lo que se va, sobre todo la noche de la "prima", y se mira poco menos que como a un peligroso bolchevique al desgraciado que va vestido como al cine. Aunque como ha dicho el ex superintendente de la Scala, Carlo Fontana, «hasta Lenin hizo la revolución con chaqueta y corbata».
Tras el alboroto, el nuevo superintendente, Stephane Lissner, escribió ayer una carta explicativa a la prensa en la que simplemente define como «consejos» las indicaciones de vestuario. Asegura que existen «desde siempre» en la Scala y se han añadido a las entradas «para colmar una laguna de información». Las únicas normas, concluye, son «las del buen gusto».
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home